A nosotros nos cuesta recordarlo, entenderlo y aceptarlo, y más aún darlo y gustarlo, pues somos egoístas, engreídos y orgullosos.
Hoy que tanto nos cuesta abrir las puertas y ventanas de nuestro ser, Iglesia y casa, y que nos hemos habituado al secretismo, doblez y oscuridad...
Hoy que tanto nos cuesta besar y curar las llagas que siempre acompaña a nuestros hermanos más débiles todos los días de la semana...
Susúrranos nuevamente tu saludo, tu palabra entrañable, tu buena noticia más visible; y danos tu Espíritu para ser fieles y felices.
Haznos personas de paz: que podamos conocerla, cultivarla, recrearla gustarla, compartirla y transmitirla. Amén.
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